Reseña de Sicilia
Sicilia es la isla del Mediterráneo que ha visto más conquistadores y
donde éstos han dejado sus huellas de manera más profunda, en el bien y
en el mal. Su historia es rica cuanto dolorosa, hecha de lujos y glorias
como de conflictos y decadencia, en una tierra que por siglos ha vivido
como colonia de las civilizaciones más ricas y potentes del área del
Mediterráneo, siguiendo a fases alternas sus suertes. Griegos, romanos,
árabes, normandos, aragoneses le han dejado una cultura profunda y
vivaz, preciosas tradiciones culinarias que reexaminadas y unidas a
aquellas autóctonas han dado origen a una de las cocinas más buenas del
mundo, ciudades y sitios arqueológicos de una sugestión única que hacen
revivir la compleja historia de la isla. El precio a pagar pero ha sido
alto para Sicilia, que, explotada con exceso, ha visto en los siglos
profundas crisis económicas y sociales.
La Prehistoria
Sicilia fue habitada desde la Prehistoria por poblaciones procedentes de Europa oriental que han dejado huella de si en muchas pinturas rupestres; las más interesantes se encuentran sobre el Monte Pellegrino y en la gruta del Genovés en Levanzo. En el Neolítico arribaron en las costas orientales y sobre las Eolias poblaciones procedentes del Mediterráneo oriental, portadores de una civilización bastante avanzada que unida a la población autóctona dio origen a la asillamada civilización de Stentinello, de la que quedan numerosas cerámicas. Fueron importadas nuevas técnicas de elaboración de los metales y el desarrollo de agricultura y cría llevó a la construcción de granjas y aldeas estables, que se convirtieron en bases para comercios cada vez más extensos hacia las lejanas civilizaciones mediterráneas. Durante la edad del Bronce y aquella del Hierro llegaron de la Italia continental nuevas poblaciones: los ausones, que se establecieron en las Eolias y los sículos, en la Sicilia oriental, empujando las poblaciones autóctonas hacia el interior. Los sículos fueron los que introdujeron en la isla el empleo del caballo y el culto de los muertos. Hacia la mitad del siglo XIII a.C. llegan los Sicanos, probablemente de origen no indoeuropea, que se establecieron principalmente en la zona occidental de Sicilia, pronto empujados hacia el interior por la llegada de los élimos, los fundadores de Segesta y Erice.
La Sicilia griega, cartaginesa y romana; los bárbaros y los bizantinos
Entre los siglos XI y X a.C. ocurrió la penetración de los cartagineses, que se establecieron en Panormo (la actual Palermo), Solunto y Mozia entre los siglos VIII y VII. a. C. En el mismo período fueron fundadas las colonias griegas de la Sicilia oriental: Naxos fue fundada por griegos procedentes de la península calcídica y de la isla cicládica de Naxos; Megara Hyblaea por los megareses; en Ortigia se instalaron los corintios y en Gela algunos grupos procedentes de Creta y de Rodas. A estas comunidades debemos el sitio de Selinunte y el estupendo Valle de los Templos de Agrigento, cuya visión continúa a ser mágica no obstante los abortos edilicios que se acampan en la zona. A los griegos se debe también la importación de vid y olivos, que mucha importancia han tenido y tienen todavía en general en la cocina siciliana y en aquella italiana, pero desafortunadamente también aquella de las luchas internas entre las ciudades, alimentadas también por el hecho que de las riquezas del territorio se beneficiaban sobre todo los propietarios de tierra en detrimento de los sículos. Los graves contrastes sociales que derivaron desembocaron en rebeliones populares, a las que la aristocracia respondió con la constitución de tiranías como aquellas de Agrigento, Gela, Lentini, y sobre todo Siracusa, que centralizó sobre si las riendas de una temporal coalición en términos anticartagineses y consiguió la hegemonía sobre casi toda la isla por los siglos siguientes.
Los cartagineses de Aníbal intentaron aprovechar la situación de inestabilidad de las colonias griegas ocupando y saqueando Selinunte, Imera, Agrigento y Gela. La respuesta del tirano de Siracusa, Dionigi I, fue la destrucción de la colonia púnica de Mozia, cuyos sobrevivientes fundaron un nuevo asentamiento en Lilibeo, la actual Marsala. Siracusa se convirtió en una de las máximas potencias del Mediterráneo, sometió bajo de su propio poder toda la Sicilia oriental y Dionigi se atrevió hasta las costas adriáticas donde fundó Ancona. No logró sin embargo echar completamente a los cartagineses de la isla y las guerras contra Cartago continuaron hasta el III siglo, cuando entró en la escena un nuevo imponente protagonista, el imperio romano, que definitivamente derrotó Cartago en el 241 haciendo de Sicilia una propia colonia. Siracusa fue hecha tributaria de Roma, la ciudadanía de Agrigento fue vendida esclava y reemplazada con sicilianos filo-romanos y amplias confiscaciones del territorio llevaron al desarrollo del latifundio, a la disminución de los habitantes y a la decadencia económica de la entera isla, con la consecuencia que empezó a madurar cierto independentismo y se multiplicaron las revueltas de los esclavos.
En el 439 d.C. Sicilia fue invadida por los Vándalos, luego llegaron los ostrogodos de Teodórico que la reunieron de nuevo a Italia; pero en el 535 a.C. Belisario, general bizantino, la reconquistó.
La época árabe
Por aproximadamente 300 años Sicilia fue sobre todo objeto de continuas incursiones por parte de los piratas sarracenos procedentes del Norte de áfrica. Los moros en la época ya se habían convertido en la potencia más dinámica del Mediterráneo y en consecuencia de la conquista de Pantelleria alrededor del 700, fueron estipulados unos acuerdos comerciales que permitieron a los mercaderes árabes de establecerse en algunos puertos de la Sicilia oriental, presagio de la conquista árabe verdadera que ocurrió en el 827 con diez mil sarracenos, entre árabes, beréberes y musulmánes españoles, que arribaron en Mazara del Vallo; en el 831 fue la vez de Palermo mientras la invasión de la entera isla sólo fue completada en el 965, después del saqueo en el 878 de la ciudad de Siracusa y la matanza de su población.
Bajo los árabes Palermo se convirtió en una de las mayores ciudades del mundo, un centro cosmopolita rico en jardines, suntuosos edificios y mezquitas. Fueron recolonizadas las zonas rurales, los adultos e improductivos latifundios fueron subdivididos y fueron introducidos nuevos cultivos como cítricos, caña de azúcar, lino, algodón, seda, melones y palmas de dátil, gracias a grandes trabajos de ampliación de las obras de riego. Fue desarrollada la actividad de extracción, por el gran impulso a las salinas e intensificados los comercios, que recondujeron Sicilia al centro de una florida red comercial. Además, bajo los árabes los impuestos fueron reducidos gracias a una más funcional racionalización y hubo una mayor tolerancia religiosa con respecto al período bizantino, aunque los no musulmánes estaban sometidos a un cierto grado de discriminación social, que contribuyó muy probablemente a la conversión de muchos sicilianos a la fe musulmana. La herencia árabe también ha quedado en muchos topónimos; un ejemplo para todos es Pantelleria donde esta influencia es particularmente marcada (Monte Gibele, Kamma, Bugeber, Bukkuram, Gadir...). O también en la pesca: la terminología atada a la matanza de los atúnes en las islas Egadas es casi toda de origen árabe.
El siglo normando
En consecuencia de las luchas de poder internas al mundo árabe la capital del imperio fue trasladada a Egipto y Sicilia perdió su posición central en el Mediterráneo árabe, haciéndose vulnerable a los ataques externos. En consecuencia de una solicitud de ayuda por parte de una de las facciones árabes en lucha, Mesina fue asediada en el 1061 por Ruggero d’Altavilla. Fue el primer paso de la conquista normanda que se concluyó sin embargo sólo 30 años después. En 1072 Palermo fue conquistada y proclamada capital de la Sicilia normanda. El siglo de dominación normanda fue el período de máximo resplandor de la ciudad y de la entera isla, una época fecunda e irrepetible; el patrimonio artístico y arquitectónico dejado en herencia no tiene iguales, por su vastedad y calidad, habiendo absorbido los anteriores estilos bizantino y árabe y teniéndolos incorporados en los grandes edificios civiles y religiosos normandos que dejan todavía bocabiertos a distancia de siglos: el Palacio de los Normandos, la catedral y la Zisa en Palermo, la catedral de Monreale, aquella de Cefalù son sólo algunas de las contribuciones arquitectónicas más espectaculares. Los normandos apostaron por una política de la aceptación, de la tolerancia religiosa y de la integración encomendándose a las estructuras preexistentes, no pudiendo contar por otro lado con un número suficiente de propios colonos; hicieron más eficiente la administración e impusieron el francés y el italiano en una isla que había sido en gran parte árabe y, de hecho, definieron el contexto socio-político por los siete siglos de dominio extranjero a venir. Ruggero I promovió el desarrollo económico de la isla, reinstauró el catolicismo y apostó mucho sobre las buenas relaciones diplomáticas con las otras potencias, llegando a hacer casar sus propias hijas con los herederos de dos de las más poderosas dinastías europeas (uno era el hijo del emperador de Occidente Enrique IV).
Su sucesor fue el hijo Ruggero II, primer rey normando de Sicilia y uno de los reyes más carismáticos y dotados de ingenio de la Europa medieval, que hizo de la isla el crisol de los elementos más creativos y capaces del mundo mediterráneo. Por ejemplo fue él a convocar a corte el geógrafo y viajero árabe Idrisi encargándole de redactar un compendio del mundo entonces conocido, lo que se convirtió en “El Libro de Ruggero”; las páginas dedicadas por Idrisi a la Sicilia de Ruggero II hablan nada menos que de la “gema del siglo”... Mecenas de los artes, Ruggero también hablaba el griego y tuvo como sus consejeros a muchos musulmánes. Con él Sicilia fue unida a la Italia meridional, también conquistó Malta y algunas ciudades de la costa norteafricana (Tripoli y Yerba), y ocupó Corfú, consiguiendo así la hegemonía sobre el Mediterráneo central también. Durante su reino fue redactado el primer código de leyes escrito de Sicilia.
De los sueños a la dominación española
La descendencia de Ruggero II no logró estar a la altura de un tan ilustre predecesor y progresivamente alejó la influencia árabe de la isla; además las rebeliones de los barones se hicieron cada vez más frecuentes y las divisiones internas favorecieron la llegada en el 1194 de la flota de Enrique VI de Suabia, llegado a ser emperador en el 1191 y venido a reclamar sus derechos de sucesión sobre la isla (en el 1186 se había casado con Constancia, tía del rey normando Guillermo II, muerto a los 36 años sin descendientes directos). A Enrique VI sucedió Federico II de Suabia, que restauró sobre la isla la estructura burocrático-administrativa del Estado normando y dio una dirección más autoritaria e imperial a la sociedad, ampliando su propia hegemonía con respecto a la independencia del clero y a la autonomía de las ciudades, para tener a freno las que hizo erigir, en Sicilia como en otras zonas del sur de Italia, imponentes castillos como los de Milazzo, Catania, Siracusa y Augusta. Federico II, llegado a ser rey de Sicilia con el nombre de Federico I, hizo de la isla el primer Estado moderno de Europa del punto de vista administrativo y legislativo, pero en la tentativa de homogeneizar la sociedad siciliana se dirigió contra aquéllas que ya se habían convertido en minorías, como la musulmana. Sin embargo, fue un gran patrocinador de los artes (fue en su corte que se formó la escuela poética siciliana, que mucha importancia tuvo en el desarrollo de la lengua y de la literatura italiana), de las ciencias naturales, del derecho y de la medicina.
Pero a su muerte el hijo Manfredi no logró parar la decadencia de Sicilia bajo los empujones de las tentativas de usurpación de los barones y los objetivos anexionistas de los monarcas extranjeros y en el 1268 la isla se convirtió en posesión de los angevinos, que sin embargo fueron echados en el 1282 con la insurrección conocida como la de los Vespri sicilianos (Vísperas sicilianas).
Fue la vez de aragoneses y españoles, cuya dominación duró hasta el 1713. El año siguiente, con la paz de Utrecht, la isla fue asignada a la Casa Saboya que la dio a Austria en cambio de Cerdeña. En el 1738 volvió en mano española con los Borbones, que dominaron incontrastables hasta el 1860, el año de la empresa garibaldina de los Mil, después de que Sicilia fue unida al Reino de Italia.
De la Unidad de Italia a la contemporaneidad
En la época de la unidad la región estaba caracterizada por subdesarrollo y atraso económico, la situación de los campesinos sicilianos había incluso empeorado con respecto a la época borbónica y se difundió el bandolerismo (brigantaggio), fenómeno social de rebelión al nuevo dominio de la burguesía. Fue entonces que se empezó a hablar de cuestión meridional, en la que dentro de las ya críticas dinámicas económicas y sociales empezó a introducirse la mafia, organización criminal con una estructura no rígida que lograba fácilmente manipular los procedimientos de voto con la falsa máscara de defensor de los débiles.
Al final del siglo hizo su aparición una oposición organizada, la de los “fasci sicilianos” (o fasci de los trabajadores), un movimiento sindical de inspiración socialista nacido en el 1891 que pedía reformas y leyes a tutela de los intereses de los trabajadores y que conquistó una vasta aceptación entre los campesinos. En el 1894 hubo violentas agitaciones, y para reprimirlas los grandes latifundistas pidieron ayuda al gobierno central.
No obstante las formaciones de algunas cooperativas de trabajadores y la realización de iluminados programas de reforma agraria por parte de individuos como don Luigi Sturzo, las condiciones de vida en los campos se hacían cada vez más duras y empezó la gran emigración hacia América, contada magistralmente en numerosas películas.
Los campañas bélicas de la ocupación de Libia y de la primera guerra mundial golpearon gravemente la economía siciliana.
Mussolini, una vez asumido el poder en Roma, en gran parte sin el apoyo de los sicilianos, decidió de solucionar la cuestión meridional encargando al prefecto de Palermo de “derrotar a la mafia”, que mientras tanto ya había extendido sus propios tentáculos en los Estados Unidos. Las detenciones de miles de supuestos mafiosos, a veces sobre la base sólo de débiles indicios, sin lograr golpear los ganglios de la organización, no sólo no sirvieron a derrotar a la mafia de Sicilia, sino que la empujaron aún más a obrar secretamente.
En los años Treinta, en apoyo de las empresas bélicas, Sicilia fue explotada por la producción de trigo; esta práctica de cultivo intensivo en detrimento de la diversificación de los cultivos, elemento vital para la economía siciliana, empobreció el terreno y causó la erosión del suelo.
Durante la segunda guerra mundial Sicilia fue el primer borde de territorio italiano a ser invadido por los Aliados, en el Julio 1943. De este momento los bombardeos sobre las ciudades se hicieron muy pesados, Mesina en particular, que aún no se había restablecido del desolador terremoto del 1908, fue golpeada pesadamente, antes que las tropas aliadas llegaran a sus puertas el 18 de Agosto.
En la posguerra lentamente Sicilia intentó recuperarse. Mientras tanto, en cambio, retomaba fuerza el separatismo, que empezaba a organizarse en bandas armadas violentas financiadas por los más potentes propietarios de tierra. Fue para contestar y de algún modo taponar el fenómeno que en el 1946 a Sicilia fue reconocido el estatuto especial de región autónoma, dotada con un propio parlamento.
La autonomía no logró sin embargo sanear las divisiones y los conflictos de la isla, y la mafia y los antiguos propietarios de tierra más reaccionarios se acaloraron usando la violencia contra la que consideraban la mayor amenaza a su poder: el comunismo. La apoteosis de este delirio fue el 1 de Mayo del 1947, en Portella della Ginestra, donde durante una manifestación organizada con ocasión de la fiesta de los trabajadores, 11 personas fueron matadas y otras 33 heridas, por obra de la banda de Salvatore Giuliano, ex jefe de una de las bandas armadas separatistas sucesivamente reclutadas a la causa anticomunista. El poder oculto de la mafia empezaba a abrirse paso en las ciudades, haciéndose cada vez más poderosa gracias a sus relaciones con el poder político, sus construcciones abusivas, el contrabando, el tráfico de droga y el “pizzo”, todavía muy difuso y que, después de años de amenazas y miedo, atrevidos comerciantes y ciudadanos han iniciado a combatir, denunciando abiertamente a sus propios extorsionadores.
En los años Setenta la mafia ha empezado a golpear con sangrientos atentados una serie de altos funcionarios y personas ocupadas en denunciar y combatir sus actividades criminosas. El gobierno decenal de la Democracia Cristiana, con su cultura conservadora y santurrona y con su política burócrata y clientelar no pudo levantar ciertamente la situación. Un sector que logró evitar el control de la administración y una planificación de cualquier tipo fue aquel constructor, cuyas realizaciones, a menudo ignominiosas, hieren todavía la mirada de numerosos paisajes naturales y arqueológicos.
El sector industrial ha sufrido una mala administración, mientras que el sector agrícola ha sido abandonado a si mismo y padece la falta de financiaciones. Financiaciones que cuando llegan, tanto dirigidas a la industria o a la agricultura, se pierden en la mayoría de los casos en los obscuros meandros de la mala administración, de la corrupción o de la colusión de las autoridades con la mafia, que de vez en cuando se ve servir sobre un plato de plata ocasiones de oro como el proyecto de construcción de un puente sobre el Estrecho de Mesina, de fuerte impacto ambiental y con numerosas posibilidades de infiltración mafiosa con ingentes inversiones de narcoeuros en la construcción del puente (relación 2° semestre 2005 de la DIA - Dirección investigadora antimafia).
Y es quizás esta amarga conciencia de una unión inseparable entre poderes políticos y mafia, junto al nivel de atrocidad alcanzado por las matanzas mafiosas de los primeros años Noventa con los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que ha hecho levantar la cabeza a muchos sicilianos, que han elegido rechazar la máscara del silencio y de luchar cotidianamente contra la lógica de muerte y terror de Cosa Nostra. Quien denunciando a los que piden el piso para poder tener abierta su propia actividad comercial, quien reuniéndose en asociaciones, grupos, realidades de base, empeñándose a difundir una cultura de justicia social, quien trabajando en las escuelas para hacer conocer a niños y a chicos qué es la mafia y porque combatirla.
Lo que quizás mejor representa el nuevo aire que está tirando en Sicilia es Libera - Associazioni, nombres y números contra las mafias", , una coordinación de más de 1500 asociaciones, grupos, escuelas, realidades de base, sicilianas pero no sólo, localmente ocupadas en la construcción y en la difusión de una cultura de la legalidad, de la justicia social y de la tutela ambiental a través de campos de formación antimafia, actividad contra-usura y proyectos de recuperación de los bienes confiscados a las mafias, según la ley 109/96 que prevé la asignación de los patrimonios y de las riquezas de procedencia ilícita a aquellos sujetos - asociaciones, cooperativas, Ayuntamientos, Provincias y Regiones - capaces de devolverlos a la ciudadanía, a través de servicios, actividades de promoción social y trabajo. Así se presenta al día de hoy una (buena) parte de la sociedad civil siciliana que, aunque herida después de todos los siglos de conquistas a menudo sangrientas y colonizaciones predadoras, potentados a veces iluminados pero siempre extranjeros, o autóctonos pero ocultos y mortíferos, da una lección de esperanza levantando la cabeza y haciendo oír su propia voz. Otro óptimo motivo para hacer un viaje en esta hermosísima isla.
La Prehistoria
Sicilia fue habitada desde la Prehistoria por poblaciones procedentes de Europa oriental que han dejado huella de si en muchas pinturas rupestres; las más interesantes se encuentran sobre el Monte Pellegrino y en la gruta del Genovés en Levanzo. En el Neolítico arribaron en las costas orientales y sobre las Eolias poblaciones procedentes del Mediterráneo oriental, portadores de una civilización bastante avanzada que unida a la población autóctona dio origen a la asillamada civilización de Stentinello, de la que quedan numerosas cerámicas. Fueron importadas nuevas técnicas de elaboración de los metales y el desarrollo de agricultura y cría llevó a la construcción de granjas y aldeas estables, que se convirtieron en bases para comercios cada vez más extensos hacia las lejanas civilizaciones mediterráneas. Durante la edad del Bronce y aquella del Hierro llegaron de la Italia continental nuevas poblaciones: los ausones, que se establecieron en las Eolias y los sículos, en la Sicilia oriental, empujando las poblaciones autóctonas hacia el interior. Los sículos fueron los que introdujeron en la isla el empleo del caballo y el culto de los muertos. Hacia la mitad del siglo XIII a.C. llegan los Sicanos, probablemente de origen no indoeuropea, que se establecieron principalmente en la zona occidental de Sicilia, pronto empujados hacia el interior por la llegada de los élimos, los fundadores de Segesta y Erice.
La Sicilia griega, cartaginesa y romana; los bárbaros y los bizantinos
Entre los siglos XI y X a.C. ocurrió la penetración de los cartagineses, que se establecieron en Panormo (la actual Palermo), Solunto y Mozia entre los siglos VIII y VII. a. C. En el mismo período fueron fundadas las colonias griegas de la Sicilia oriental: Naxos fue fundada por griegos procedentes de la península calcídica y de la isla cicládica de Naxos; Megara Hyblaea por los megareses; en Ortigia se instalaron los corintios y en Gela algunos grupos procedentes de Creta y de Rodas. A estas comunidades debemos el sitio de Selinunte y el estupendo Valle de los Templos de Agrigento, cuya visión continúa a ser mágica no obstante los abortos edilicios que se acampan en la zona. A los griegos se debe también la importación de vid y olivos, que mucha importancia han tenido y tienen todavía en general en la cocina siciliana y en aquella italiana, pero desafortunadamente también aquella de las luchas internas entre las ciudades, alimentadas también por el hecho que de las riquezas del territorio se beneficiaban sobre todo los propietarios de tierra en detrimento de los sículos. Los graves contrastes sociales que derivaron desembocaron en rebeliones populares, a las que la aristocracia respondió con la constitución de tiranías como aquellas de Agrigento, Gela, Lentini, y sobre todo Siracusa, que centralizó sobre si las riendas de una temporal coalición en términos anticartagineses y consiguió la hegemonía sobre casi toda la isla por los siglos siguientes.
Los cartagineses de Aníbal intentaron aprovechar la situación de inestabilidad de las colonias griegas ocupando y saqueando Selinunte, Imera, Agrigento y Gela. La respuesta del tirano de Siracusa, Dionigi I, fue la destrucción de la colonia púnica de Mozia, cuyos sobrevivientes fundaron un nuevo asentamiento en Lilibeo, la actual Marsala. Siracusa se convirtió en una de las máximas potencias del Mediterráneo, sometió bajo de su propio poder toda la Sicilia oriental y Dionigi se atrevió hasta las costas adriáticas donde fundó Ancona. No logró sin embargo echar completamente a los cartagineses de la isla y las guerras contra Cartago continuaron hasta el III siglo, cuando entró en la escena un nuevo imponente protagonista, el imperio romano, que definitivamente derrotó Cartago en el 241 haciendo de Sicilia una propia colonia. Siracusa fue hecha tributaria de Roma, la ciudadanía de Agrigento fue vendida esclava y reemplazada con sicilianos filo-romanos y amplias confiscaciones del territorio llevaron al desarrollo del latifundio, a la disminución de los habitantes y a la decadencia económica de la entera isla, con la consecuencia que empezó a madurar cierto independentismo y se multiplicaron las revueltas de los esclavos.
En el 439 d.C. Sicilia fue invadida por los Vándalos, luego llegaron los ostrogodos de Teodórico que la reunieron de nuevo a Italia; pero en el 535 a.C. Belisario, general bizantino, la reconquistó.
La época árabe
Por aproximadamente 300 años Sicilia fue sobre todo objeto de continuas incursiones por parte de los piratas sarracenos procedentes del Norte de áfrica. Los moros en la época ya se habían convertido en la potencia más dinámica del Mediterráneo y en consecuencia de la conquista de Pantelleria alrededor del 700, fueron estipulados unos acuerdos comerciales que permitieron a los mercaderes árabes de establecerse en algunos puertos de la Sicilia oriental, presagio de la conquista árabe verdadera que ocurrió en el 827 con diez mil sarracenos, entre árabes, beréberes y musulmánes españoles, que arribaron en Mazara del Vallo; en el 831 fue la vez de Palermo mientras la invasión de la entera isla sólo fue completada en el 965, después del saqueo en el 878 de la ciudad de Siracusa y la matanza de su población.
Bajo los árabes Palermo se convirtió en una de las mayores ciudades del mundo, un centro cosmopolita rico en jardines, suntuosos edificios y mezquitas. Fueron recolonizadas las zonas rurales, los adultos e improductivos latifundios fueron subdivididos y fueron introducidos nuevos cultivos como cítricos, caña de azúcar, lino, algodón, seda, melones y palmas de dátil, gracias a grandes trabajos de ampliación de las obras de riego. Fue desarrollada la actividad de extracción, por el gran impulso a las salinas e intensificados los comercios, que recondujeron Sicilia al centro de una florida red comercial. Además, bajo los árabes los impuestos fueron reducidos gracias a una más funcional racionalización y hubo una mayor tolerancia religiosa con respecto al período bizantino, aunque los no musulmánes estaban sometidos a un cierto grado de discriminación social, que contribuyó muy probablemente a la conversión de muchos sicilianos a la fe musulmana. La herencia árabe también ha quedado en muchos topónimos; un ejemplo para todos es Pantelleria donde esta influencia es particularmente marcada (Monte Gibele, Kamma, Bugeber, Bukkuram, Gadir...). O también en la pesca: la terminología atada a la matanza de los atúnes en las islas Egadas es casi toda de origen árabe.
El siglo normando
En consecuencia de las luchas de poder internas al mundo árabe la capital del imperio fue trasladada a Egipto y Sicilia perdió su posición central en el Mediterráneo árabe, haciéndose vulnerable a los ataques externos. En consecuencia de una solicitud de ayuda por parte de una de las facciones árabes en lucha, Mesina fue asediada en el 1061 por Ruggero d’Altavilla. Fue el primer paso de la conquista normanda que se concluyó sin embargo sólo 30 años después. En 1072 Palermo fue conquistada y proclamada capital de la Sicilia normanda. El siglo de dominación normanda fue el período de máximo resplandor de la ciudad y de la entera isla, una época fecunda e irrepetible; el patrimonio artístico y arquitectónico dejado en herencia no tiene iguales, por su vastedad y calidad, habiendo absorbido los anteriores estilos bizantino y árabe y teniéndolos incorporados en los grandes edificios civiles y religiosos normandos que dejan todavía bocabiertos a distancia de siglos: el Palacio de los Normandos, la catedral y la Zisa en Palermo, la catedral de Monreale, aquella de Cefalù son sólo algunas de las contribuciones arquitectónicas más espectaculares. Los normandos apostaron por una política de la aceptación, de la tolerancia religiosa y de la integración encomendándose a las estructuras preexistentes, no pudiendo contar por otro lado con un número suficiente de propios colonos; hicieron más eficiente la administración e impusieron el francés y el italiano en una isla que había sido en gran parte árabe y, de hecho, definieron el contexto socio-político por los siete siglos de dominio extranjero a venir. Ruggero I promovió el desarrollo económico de la isla, reinstauró el catolicismo y apostó mucho sobre las buenas relaciones diplomáticas con las otras potencias, llegando a hacer casar sus propias hijas con los herederos de dos de las más poderosas dinastías europeas (uno era el hijo del emperador de Occidente Enrique IV).
Su sucesor fue el hijo Ruggero II, primer rey normando de Sicilia y uno de los reyes más carismáticos y dotados de ingenio de la Europa medieval, que hizo de la isla el crisol de los elementos más creativos y capaces del mundo mediterráneo. Por ejemplo fue él a convocar a corte el geógrafo y viajero árabe Idrisi encargándole de redactar un compendio del mundo entonces conocido, lo que se convirtió en “El Libro de Ruggero”; las páginas dedicadas por Idrisi a la Sicilia de Ruggero II hablan nada menos que de la “gema del siglo”... Mecenas de los artes, Ruggero también hablaba el griego y tuvo como sus consejeros a muchos musulmánes. Con él Sicilia fue unida a la Italia meridional, también conquistó Malta y algunas ciudades de la costa norteafricana (Tripoli y Yerba), y ocupó Corfú, consiguiendo así la hegemonía sobre el Mediterráneo central también. Durante su reino fue redactado el primer código de leyes escrito de Sicilia.
De los sueños a la dominación española
La descendencia de Ruggero II no logró estar a la altura de un tan ilustre predecesor y progresivamente alejó la influencia árabe de la isla; además las rebeliones de los barones se hicieron cada vez más frecuentes y las divisiones internas favorecieron la llegada en el 1194 de la flota de Enrique VI de Suabia, llegado a ser emperador en el 1191 y venido a reclamar sus derechos de sucesión sobre la isla (en el 1186 se había casado con Constancia, tía del rey normando Guillermo II, muerto a los 36 años sin descendientes directos). A Enrique VI sucedió Federico II de Suabia, que restauró sobre la isla la estructura burocrático-administrativa del Estado normando y dio una dirección más autoritaria e imperial a la sociedad, ampliando su propia hegemonía con respecto a la independencia del clero y a la autonomía de las ciudades, para tener a freno las que hizo erigir, en Sicilia como en otras zonas del sur de Italia, imponentes castillos como los de Milazzo, Catania, Siracusa y Augusta. Federico II, llegado a ser rey de Sicilia con el nombre de Federico I, hizo de la isla el primer Estado moderno de Europa del punto de vista administrativo y legislativo, pero en la tentativa de homogeneizar la sociedad siciliana se dirigió contra aquéllas que ya se habían convertido en minorías, como la musulmana. Sin embargo, fue un gran patrocinador de los artes (fue en su corte que se formó la escuela poética siciliana, que mucha importancia tuvo en el desarrollo de la lengua y de la literatura italiana), de las ciencias naturales, del derecho y de la medicina.
Pero a su muerte el hijo Manfredi no logró parar la decadencia de Sicilia bajo los empujones de las tentativas de usurpación de los barones y los objetivos anexionistas de los monarcas extranjeros y en el 1268 la isla se convirtió en posesión de los angevinos, que sin embargo fueron echados en el 1282 con la insurrección conocida como la de los Vespri sicilianos (Vísperas sicilianas).
Fue la vez de aragoneses y españoles, cuya dominación duró hasta el 1713. El año siguiente, con la paz de Utrecht, la isla fue asignada a la Casa Saboya que la dio a Austria en cambio de Cerdeña. En el 1738 volvió en mano española con los Borbones, que dominaron incontrastables hasta el 1860, el año de la empresa garibaldina de los Mil, después de que Sicilia fue unida al Reino de Italia.
De la Unidad de Italia a la contemporaneidad
En la época de la unidad la región estaba caracterizada por subdesarrollo y atraso económico, la situación de los campesinos sicilianos había incluso empeorado con respecto a la época borbónica y se difundió el bandolerismo (brigantaggio), fenómeno social de rebelión al nuevo dominio de la burguesía. Fue entonces que se empezó a hablar de cuestión meridional, en la que dentro de las ya críticas dinámicas económicas y sociales empezó a introducirse la mafia, organización criminal con una estructura no rígida que lograba fácilmente manipular los procedimientos de voto con la falsa máscara de defensor de los débiles.
Al final del siglo hizo su aparición una oposición organizada, la de los “fasci sicilianos” (o fasci de los trabajadores), un movimiento sindical de inspiración socialista nacido en el 1891 que pedía reformas y leyes a tutela de los intereses de los trabajadores y que conquistó una vasta aceptación entre los campesinos. En el 1894 hubo violentas agitaciones, y para reprimirlas los grandes latifundistas pidieron ayuda al gobierno central.
No obstante las formaciones de algunas cooperativas de trabajadores y la realización de iluminados programas de reforma agraria por parte de individuos como don Luigi Sturzo, las condiciones de vida en los campos se hacían cada vez más duras y empezó la gran emigración hacia América, contada magistralmente en numerosas películas.
Los campañas bélicas de la ocupación de Libia y de la primera guerra mundial golpearon gravemente la economía siciliana.
Mussolini, una vez asumido el poder en Roma, en gran parte sin el apoyo de los sicilianos, decidió de solucionar la cuestión meridional encargando al prefecto de Palermo de “derrotar a la mafia”, que mientras tanto ya había extendido sus propios tentáculos en los Estados Unidos. Las detenciones de miles de supuestos mafiosos, a veces sobre la base sólo de débiles indicios, sin lograr golpear los ganglios de la organización, no sólo no sirvieron a derrotar a la mafia de Sicilia, sino que la empujaron aún más a obrar secretamente.
En los años Treinta, en apoyo de las empresas bélicas, Sicilia fue explotada por la producción de trigo; esta práctica de cultivo intensivo en detrimento de la diversificación de los cultivos, elemento vital para la economía siciliana, empobreció el terreno y causó la erosión del suelo.
Durante la segunda guerra mundial Sicilia fue el primer borde de territorio italiano a ser invadido por los Aliados, en el Julio 1943. De este momento los bombardeos sobre las ciudades se hicieron muy pesados, Mesina en particular, que aún no se había restablecido del desolador terremoto del 1908, fue golpeada pesadamente, antes que las tropas aliadas llegaran a sus puertas el 18 de Agosto.
En la posguerra lentamente Sicilia intentó recuperarse. Mientras tanto, en cambio, retomaba fuerza el separatismo, que empezaba a organizarse en bandas armadas violentas financiadas por los más potentes propietarios de tierra. Fue para contestar y de algún modo taponar el fenómeno que en el 1946 a Sicilia fue reconocido el estatuto especial de región autónoma, dotada con un propio parlamento.
La autonomía no logró sin embargo sanear las divisiones y los conflictos de la isla, y la mafia y los antiguos propietarios de tierra más reaccionarios se acaloraron usando la violencia contra la que consideraban la mayor amenaza a su poder: el comunismo. La apoteosis de este delirio fue el 1 de Mayo del 1947, en Portella della Ginestra, donde durante una manifestación organizada con ocasión de la fiesta de los trabajadores, 11 personas fueron matadas y otras 33 heridas, por obra de la banda de Salvatore Giuliano, ex jefe de una de las bandas armadas separatistas sucesivamente reclutadas a la causa anticomunista. El poder oculto de la mafia empezaba a abrirse paso en las ciudades, haciéndose cada vez más poderosa gracias a sus relaciones con el poder político, sus construcciones abusivas, el contrabando, el tráfico de droga y el “pizzo”, todavía muy difuso y que, después de años de amenazas y miedo, atrevidos comerciantes y ciudadanos han iniciado a combatir, denunciando abiertamente a sus propios extorsionadores.
En los años Setenta la mafia ha empezado a golpear con sangrientos atentados una serie de altos funcionarios y personas ocupadas en denunciar y combatir sus actividades criminosas. El gobierno decenal de la Democracia Cristiana, con su cultura conservadora y santurrona y con su política burócrata y clientelar no pudo levantar ciertamente la situación. Un sector que logró evitar el control de la administración y una planificación de cualquier tipo fue aquel constructor, cuyas realizaciones, a menudo ignominiosas, hieren todavía la mirada de numerosos paisajes naturales y arqueológicos.
El sector industrial ha sufrido una mala administración, mientras que el sector agrícola ha sido abandonado a si mismo y padece la falta de financiaciones. Financiaciones que cuando llegan, tanto dirigidas a la industria o a la agricultura, se pierden en la mayoría de los casos en los obscuros meandros de la mala administración, de la corrupción o de la colusión de las autoridades con la mafia, que de vez en cuando se ve servir sobre un plato de plata ocasiones de oro como el proyecto de construcción de un puente sobre el Estrecho de Mesina, de fuerte impacto ambiental y con numerosas posibilidades de infiltración mafiosa con ingentes inversiones de narcoeuros en la construcción del puente (relación 2° semestre 2005 de la DIA - Dirección investigadora antimafia).
Y es quizás esta amarga conciencia de una unión inseparable entre poderes políticos y mafia, junto al nivel de atrocidad alcanzado por las matanzas mafiosas de los primeros años Noventa con los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que ha hecho levantar la cabeza a muchos sicilianos, que han elegido rechazar la máscara del silencio y de luchar cotidianamente contra la lógica de muerte y terror de Cosa Nostra. Quien denunciando a los que piden el piso para poder tener abierta su propia actividad comercial, quien reuniéndose en asociaciones, grupos, realidades de base, empeñándose a difundir una cultura de justicia social, quien trabajando en las escuelas para hacer conocer a niños y a chicos qué es la mafia y porque combatirla.
Lo que quizás mejor representa el nuevo aire que está tirando en Sicilia es Libera - Associazioni, nombres y números contra las mafias", , una coordinación de más de 1500 asociaciones, grupos, escuelas, realidades de base, sicilianas pero no sólo, localmente ocupadas en la construcción y en la difusión de una cultura de la legalidad, de la justicia social y de la tutela ambiental a través de campos de formación antimafia, actividad contra-usura y proyectos de recuperación de los bienes confiscados a las mafias, según la ley 109/96 que prevé la asignación de los patrimonios y de las riquezas de procedencia ilícita a aquellos sujetos - asociaciones, cooperativas, Ayuntamientos, Provincias y Regiones - capaces de devolverlos a la ciudadanía, a través de servicios, actividades de promoción social y trabajo. Así se presenta al día de hoy una (buena) parte de la sociedad civil siciliana que, aunque herida después de todos los siglos de conquistas a menudo sangrientas y colonizaciones predadoras, potentados a veces iluminados pero siempre extranjeros, o autóctonos pero ocultos y mortíferos, da una lección de esperanza levantando la cabeza y haciendo oír su propia voz. Otro óptimo motivo para hacer un viaje en esta hermosísima isla.